La auténtica madurez se consigue cuando asumimos nuestras limitaciones. Cuando sabemos convivir con las frustraciones producidas ante los acontecimientos insuperables. Cuando nuestras metas y obejtivos se asientan sobre un plano real, relegando nuestras fantasías al campo de la ensoñación sabiendo en todo momento que no somos dioses ni superhombres.
viernes, 21 de noviembre de 2008
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